Hay días en los que nos sentimos feos o avergonzados de haber vuelto a cometer el mismo error. A veces tenemos la impresión de que Dios está decepcionado o incluso disgustado con nosotros. Sin embargo, ¡la realidad es bastante diferente!
¿Nos damos cuenta de que el Señor se complace en nosotros? Estamos maravillosamente hechos a Su imagen y le encanta vernos mientras crecemos en nuestra fe. No está sentado en una montaña alta mirándonos, esperando que hagamos algo mal. Es la imagen que tienen otros dioses, como los de la mitología griega, pero nuestro Padre Celestial nos ama mucho. Para que podamos pasar el día con la seguridad de que Él se complacerá en nosotros. “Porque el Señor se complace en su pueblo; a los humildes concede el honor de la victoria. Que se alegren los fieles por su triunfo; que aun en sus camas griten de júbilo” (Salmo 149:4-5 NVI)
El salmista supo construir sus palabras de tal manera que llegara al corazón de sus lectores. Para una nación como Israel, que solía decepcionar y enojar a Dios, necesitaban escuchar que el Dios Todopoderoso se complace en Su pueblo. Dios es firme en su amor y no se dejará llevar por un paso en falso o una temporada de rebelión. Su amor por nosotros permanece incluso cuando lo abandonamos. “Si somos infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:13 NVI). ¿Sentimos que hemos decepcionado a Dios con la dirección de nuestra vida? Tomemos coraje. Si somos uno de sus hijos, todavía nos ama.
Es esencial saber que, si bien el Señor se complace en nosotros, no siempre está satisfecho con todo lo que hacemos. Así como Israel enfureció Dios, hay ocasiones en las que se molesta por nuestras acciones. Israel ha sido disciplinado por su comportamiento, y nosotros también podemos pasar por una temporada de correcciones por nuestras decisiones. Aprendamos de estas lecciones y hagamos los cambios necesarios. Será doloroso al principio, y el camino será difícil, pero encontraremos que el resultado es mucho más de lo que imaginamos.
Leamos de nuevo el final del Salmo 149:4 : “a los humildes concede el honor de la victoria”. Gran parte del placer que Dios siente en nosotros se basa en nuestra actitud. Si somos arrogantes o tercos, habrá repercusiones. Lo que el Señor espera de nosotros es una actitud humilde. Incluso si no lo vemos, Dios puede sacarnos de problemas solo porque nuestra actitud es la correcta. Recordemos que el amor del Señor es inquebrantable, así que seamos humildes.