A menudo percibimos las situaciones de la vida como buenas o malas. Pero, ¿apoya la Biblia este punto de vista? La consideración de algunos textos bíblicos ciertamente nos iluminará sobre el tema.
Uno de los pasajes más famosos de la Palabra de Dios es el de Romanos 8:28: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito” (NVI). Dios es ilimitado y ninguna circunstancia puede destruir sus propósitos perfectos y predeterminados. Uno de los personajes bíblicos que lo sabe bien es José, hijo de Jacob. Su historia está registrada en Génesis capítulos 37-50. En resumen, José había recibido revelación divina de un destino glorioso donde reinaría entre otros sobre sus hermanos. ¡Este último, celoso, lo vendió en Egipto donde José estuvo esclavo y prisionero durante 13 años! En medio de esta horrible situación, Dios abrió un camino y José se convirtió en el segundo al mando de toda la tierra de Egipto. Casi una década después de su ascenso, José se encontró frente a sus hermanos que necesitaban su ayuda para combatir el hambre. José decidió ayudarlos, su relación se restableció y luego llegó a esta conclusión: “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20 NVI). Los desafíos en la vida de José finalmente sirvieron para cumplir la profecía que sus hermanos habían tratado, en vano, de abortar. ¡La sabiduría de Dios verdaderamente sobrepasa todo entendimiento humano (Romanos 11:33)! Veamos otro ejemplo.
Si alguien pudiera llamar malas sus circunstancias, sería Job. De la noche a la mañana, este hombre lo perdió todo: sus hijos, sus ingresos, su salud, etc. Todas las desgracias cayeron sobre él y su casa. Aunque su esposa lo animó a maldecir a Dios, él nunca lo hizo, sino que decidió permanecer fiel hasta el final (Job 2:9-10). El texto bíblico no especifica durante cuánto tiempo transcurre la historia de las pruebas de Job. Ciertamente se prolongó lo suficiente y este siervo de Dios podría haberse desanimado y abandonado totalmente la fe, pero nunca lo hizo. Al final, Job se da cuenta: “De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos” (Job 42:5 NVI). ¡Dios finalmente restauró a Job ofreciéndole el doble de lo que había perdido! Su relación con Dios también pasó a otro nivel y vivió una vida muy larga.
¿Cómo podemos calificar de malo el viaje de estos dos hombres después de ver el final que Dios les tiene reservado? La Biblia está llena de muy diversos ejemplos que nos confirman que poner la confianza en Dios siempre acaba dando sus frutos. El Salmo 37:5 dice: “Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará” (NVI). Antes de juzgar nuestra historia y emitir un veredicto prematuro sobre nuestra vida, esperemos que Dios pronuncie su última palabra. Actuó en nombre de Abraham (Génesis 21:5) y de varias mujeres que no podían tener hijos (Génesis 21:7, 25:21, 30:22, 1 Samuel 1:19-20, Lucas 1:5-25) . Levantó hombres que habrían pasado desapercibidos sin su intervención (Jueces 6:12, 1 Samuel 16:13, Jueces 11:1-11). Visitó a viudas cuyas vidas estaban en peligro porque no tenían medios de subsistencia (1 Reyes 17:8-16; 2 Reyes 4:1-7; Rut 4:13-15; Lucas 7:11-17). Cambió situaciones que a primera vista parecían irreversibles (2 Reyes 20:1-7; Ester 3:13-15, Ester 7 y 8; Juan 11:1-46). Decidámonos entonces en este tiempo a optar por la mirada de Dios cuando tormentas fuera de nuestro control decidan tocar a nuestras puertas. El Creador del universo es demasiado poderoso para ser subestimado. Además, tiene más de un as bajo la manga y merece nuestra confianza incondicional.
Si los cimientos de tu vida se han debilitado por circunstancias desafortunadas o si todo amenaza con derrumbarse a tu alrededor, confía en la roca inquebrantable: Cristo. Sólo pide entrar en nuestro corazón para redirigirnos hacia nuestro destino. Y si seguimos su propia visión con persistencia, tendremos un asiento de primera fila mientras obra milagros y prodigios en nuestro nombre.