Somos bendecidos de vivir en una época en la que la tecnología nos permite escuchar todo tipo de enseñanzas y disfrutar de todo tipo de música cristiana. Pero debemos prestar atención a este consuelo, para no perder nuestra devoción por él.
Dios siempre ha querido tener una relación personal con sus hijos. Ha establecido una serie de leyes para que su pueblo se mantenga puro y por eso nada los separe de su presencia. Cuando pecaron, Dios les dio una herramienta para borrar esa mancha, para restaurar la relación. Poniendo el pecado sobre un animal y sacrificando este animal, estaba la imagen de la renuncia al pecado, una forma de desligarse de esta mala acción. Pero a fuerza de repetir este ritual, los israelitas acabaron olvidando el motivo por el que lo hacían. Por lo tanto, sus sacrificios ya no eran significativos y Dios se quejaba de ello. “No es por tus sacrificios que te reprocho; Tus holocaustos están constantemente delante de mí. (…) Ofrece como sacrificio a Dios acción de gracias, y cumple tus votos al Altísimo” (Salmo 50:8 y 14 RVR1960). Y no era la primera vez que lo mencionaba. “Samuel respondió: ¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros” (1 Samuel 15:22 NVI).
Hoy, ya no sacrificamos animales para restaurar nuestra relación con Dios. Pero tenemos todo tipo de otros rituales. Vamos a escuchar una enseñanza en la iglesia (o en línea), damos ofrendas económicas, cantamos himnos, etc. Todo esto es para conectarnos con Dios, para fomentar nuestra relación personal con Él. Sin embargo, después de complacernos en estos rituales por un tiempo, podemos olvidar por qué nos complacemos en ellos. Y nuestros hermosos rituales entonces no significan nada. Poco después, como ya no valen nada, es fácil dejarlos ir. Y ese, por supuesto, es el mayor peligro.
También tenemos este mal hábito en todas las áreas. Por ejemplo, teníamos una dirección específica en nuestro celibato, teníamos un sueño para nuestro futuro matrimonio, y por eso decidimos publicar un verso en nuestro muro. Pero al ver este versículo todos los días, ha perdido su significado. Incluso podemos leerlo a diario, pero cada vez más rápido, sin siquiera pensarlo. Habíamos tomado buenas resoluciones para mantener puro nuestro celibato, pero olvidamos nuestros motivos. En cuanto nuestras acciones ya no tienen sentido, acabamos abandonándolas. Ahora bien, cuando se trata de mantener puro nuestro celibato, abandonar nuestros principios es muy peligroso.
Lo que debemos hacer es recordar por qué tomamos nuestras resoluciones, por qué elegimos participar en ciertos rituales. Debemos esforzarnos por mantener sagrado el Día del Señor. No solo siguiendo rituales, sino recordando para quién estamos haciendo todo esto. Si no podemos viajar para asistir a una asamblea, debemos tomarnos el tiempo para escuchar diligentemente una enseñanza en línea. Dejemos todo a un lado y consideremos este tiempo que le damos a Dios como especial y precioso. Recordemos siempre la importancia de contactar a nuestros hermanos y hermanas. Es nuestro deber como miembro de una familia espiritual. Asumamos esta tarea como un acto sagrado, que tiene un gran valor. Así como nuestro servicio a Dios. Tomemos el tiempo para evaluar nuestros corazones, y asegurémonos de que todavía servimos con alegría, considerando nuestro trabajo como un honor.