Sí, la oración de los justos es muy eficaz. Pero a veces Dios también nos pide que usemos la hermosa voz que nos ha dado para mostrar su amor, para expresar nuestras necesidades y sentimientos, y para defendernos.
Tenemos un gran Dios maravilloso, un buen Papá que nos cuida mucho. Él quiere oírnos contarle nuestras necesidades, pero a veces escucha directamente a nuestro corazón y suple nuestras necesidades sin que siquiera se lo pidamos. “Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan” (Mateo 6:7-8 NVI). Como le gusta pasar tiempo a solas con nosotros, quiere escucharnos y debemos adquirir el hábito de hablar con Él todos los días.
Dicho esto, como buen padre, Dios tampoco quiere hacer todo por nosotros. Él quiere darnos la sabiduría para decir las palabras correctas en el momento correcto. Pero, por supuesto, Él quiere que hablemos. Hay muchos ejemplos en la Biblia en los que las personas no solo oraron a Dios por su liberación, sino que también defendieron su caso ante las autoridades. Podemos pensar en la reina Ester, por ejemplo, quien no solo oró, sino que defendió su caso ante el rey, arriesgando su vida. O la anciana de la ciudad de Abel Betmacá (2 Samuel 20), que defendió toda su ciudad hablando hábilmente al guerrero que estaba delante de la ciudad.
Muchos cristianos se quejan de su situación en el trabajo, en su familia o incluso en su iglesia. Rezan por un cambio en su situación, por un cambio en el corazón de sus opresores, pero frente a ellos no dicen nada. Dios realmente puede aconsejarnos que no abramos la boca y dejemos que Él nos defienda (Hechos 8:32). Pero en otras ocasiones, debemos presentar nuestro caso con Su sabiduría, con Sus instrucciones (Lucas 12:11-12). Ojo: a veces nos escondemos detrás de la oración cuando Dios quiere que tomemos nuestra posición. Tenemos miedo al ridículo o al rechazo si nos atrevemos a hablar, así que simplemente oramos. Pero Dios no quiere que vivamos en la injusticia, con miedo al rechazo oa la burla. Por lo tanto, debemos consultar al Espíritu de Dios para que nos diga si debemos orar o hablar.
Desarrollar este coraje en nuestra vida diaria, en todas nuestras relaciones, será una gran ventaja cuando empecemos a salir con una persona especial. No podremos permanecer en silencio por miedo a perder a esta persona. Tampoco podemos esperar a que la otra persona adivine nuestras necesidades. Tendremos que expresar nuestras incomodidades, nuestros desacuerdos y nuestras preferencias. Todas nuestras palabras deben estar bien sazonadas con sabiduría (Colosenses 4:6), si no queremos destruir una relación prometedora por falta de comunicación. Así que practiquemos ahora, con nuestras otras relaciones, para hablar sabiamente.
Finalmente, como representante del Reino de Dios, también debemos estar preparados para hablar de nuestra fe. No es suficiente orar por las personas incrédulas que nos rodean; también deben ser presentados con el mensaje de salvación. Ser un buen testimonio es ciertamente una ventaja, pero también debemos estar listos para hablar sobre nuestra experiencia. Nuevamente, el Espíritu de Dios quiere guiarnos en esta área. Él nos dirá cuándo orar, pero también cuándo hablar. Vamos, preparémonos: tal vez hoy sea cuando tengamos que armarnos de valor para hacernos valer.