Trabajamos duro y oramos para tener éxito en nuestros proyectos. Así que nos decepcionamos bastante, incluso nos derrumbamos, cuando el resultado no es el que esperábamos. Sin embargo, el fracaso también puede ser beneficioso.
“Moisés creía que los israelitas sabían que Dios los liberaría por medio de él; pero ellos no lo entendieron así” (Hechos 7:25 RVC). Moisés conocía su llamado. Su corazón ardía de pasión por sus hermanos hebreos. Quería darles paz, descanso, victoria sobre sus enemigos. Había estudiado en las mejores escuelas de Egipto: tenía todos los conocimientos necesarios para tener éxito en su plan. Había recibido la preparación física digna de un rey: tenía la fuerza física para emprender tan grande misión. Pero su plan fracasó. Tuvo que abandonar su sueño, dejar sufrir a sus hermanos y exiliarse lejos de todo lo que había dominado.
Hemos leído varios libros sobre el matrimonio y cómo encontrar pareja, pero todavía estamos solos. Hemos trabajado en nuestra salud, tenemos una apariencia bastante buena, somos fieles a nuestra congregación y hasta somos generosos con nuestro tiempo y nuestro dinero. Pero todavía estamos solos. O realmente seguimos todas las enseñanzas que escuchamos acerca de ser una pareja al pie de la letra, pero nuestra relación aún terminó en divorcio. Teníamos todo el conocimiento y teníamos la fuerza física, como Moisés, pero fallamos. Y aquí estamos ahora, desde hace varios años, en un lugar donde nunca pensamos que estábamos.
“El fracaso de las propias fuerzas o de la propia sabiduría es una experiencia dolorosa y humillante, pero ordinariamente necesaria para la crucifixión del yo” (Charles Rochedieu, traducción libre del libro Los Tesoros del Nuevo Testamento). Dios no quiere ver sufrir a sus hijos. Ningún padre se complace en ver fracasar a sus hijos. Pero los fracasos son inevitables y por la gracia de Dios pueden incluso ser beneficiosos. La crucifixión no es agradable, pero sin ella no hay resurrección. “De cierto, de cierto les digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24 RVC).
La soledad y el divorcio no son pruebas enviadas por Dios, pero si nos humillamos ante Él, Él usará estos dolores para liberarnos de nosotros mismos y acercarnos a Su Espíritu. Si dejamos que Dios use nuestros fracasos para enseñarnos nuevas habilidades, saldremos más fuertes. Como Moisés, quien probablemente usó sus nuevas habilidades como pastor para sacar al pueblo de Dios de Egipto. Si aprendemos a ser más sensibles a su Espíritu porque nuestra propia sabiduría nos ha fallado, saldremos de nuestras pruebas más inteligentes. ¿Era necesario pasar por todo esto para adquirir esta fuerza y esta inteligencia? Pero si… A veces podemos ser tan tercos, tan convencidos de nuestras propias habilidades, que somos ciegos a nuestra inmadurez (Apocalipsis 3:17). Estos fracasos a veces son necesarios para quebrar nuestro orgullo. Entonces, ahora que estamos aquí, no nos detengamos en la tristeza del fracaso, sino escojamos considerar las maravillas que Dios puede crear a través de nuestro desierto.