Nuestro Padre Celestial es tan generoso. Cuando seguimos Sus caminos, Él nos conduce a maravillosas bendiciones. Pero cuidado, si no cuidamos bien estos hermosos frutos de Dios, pueden pudrirse y envenenar nuestra vida.
La Biblia es un libro de instrucciones que nos muestra el camino correcto a seguir no solo para honrar a Dios, sino también para caminar en su bendición. No hacemos su voluntad con el propósito de obtener recompensas, sino que obtenemos toda clase de bendiciones porque Dios nos conduce por el camino del éxito por amor. Así que sí, a veces conseguimos lo que queremos porque hemos seguido los preceptos de Dios. Varios versículos lo confirman. “Procura que nunca se aparte de tus labios este libro de la ley. Medita en él de día y de noche, para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8 RVC) “Disfruta de la presencia del Señor, y él te dará lo que de corazón le pidas” (Salmos 37:4 RVC).
Pero mientras todos esperan vivir con comodidad, éxito y abundancia, también existe el peligro cuando llegamos a ese nivel. Cuando estamos en el dolor, reconocemos nuestra necesidad de Dios, nuestros ojos están fijos en Él, prestamos atención a lo que hacemos, decimos, pensamos para encontrar Su gracia. Pero cuando se satisfacen nuestras necesidades, podemos caer en una especie de sueño espiritual. Esto es lo que le sucedió al rey David quien, mientras tomaba el sol en las terrazas de su palacio, vio a Bet-seba y pecó con ella. Jesús también nos advirtió de este peligro con la parábola del hombre que se había enriquecido y que quería agrandar sus graneros para almacenar todas sus riquezas. “Y me diré a mí mismo: ‘Ya puede descansar mi alma, pues ahora tengo guardados muchos bienes para muchos años. Ahora, pues, ¡a comer, a beber y a disfrutar!’” Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a quitarte la vida; ¿y para quién será lo que has guardado?” (Lucas 12:19-20 RVC)
El éxito también puede inflar nuestro orgullo si no tenemos cuidado. Podemos atribuirnos el mérito de nuestro éxito. “No vayas a decir en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi brazo me han hecho ganar estas riquezas.” Más bien, acuérdate del Señor tu Dios, porque él es quien te da el poder de ganar esas riquezas, a fin de confirmar el pacto que hizo con tus padres, como en este día” (Deuteronomio 8:17-18 RVC). Y por eso también oró un gran sabio: “Solamente dos cosas te he pedido; ¡concédemelas antes de que muera! Aparta de mí la vanidad y la mentira, y no me des pobreza ni riquezas. Dame sólo el pan necesario, no sea que, una vez satisfecho, te niegue y diga: «¿Y quién es el Señor?» O que, por ser pobre, llegue yo a robar y ofenda el nombre de mi Dios” (Proverbios 30:7-9 RVC).
Si a menudo hablamos de riqueza material en este contexto, lo mismo ocurre con el matrimonio. Al andar en los caminos de Dios, sin transigir, conoceremos a una persona conforme a su corazón y nos casaremos. Esta es la gran bendición que muchos cristianos solteros esperan recibir. Pero esta gran bendición puede volverse peligrosa si nos atribuimos el mérito. “Fue haciendo esto o aquello que encontré a mi esposo”. Sí, tenemos pasos que dar, pero damos los pasos que Dios nos dice que demos. Así que si recibimos esta bendición, no es por nuestras obras, sino por la gracia de Dios. Debemos estar preparados para dar esta respuesta correcta cuando la gente nos pregunte qué hicimos para conocer a nuestra pareja.
Al igual que obtener riqueza, también debemos estar preparados para no caer en un sueño espiritual una vez que estemos casados. Será fácil olvidar a Dios una vez iniciada la vida matrimonial, porque nuestra vida diaria estará enfocada en nuestras necesidades terrenales. Para evitar que nuestra bendición futura se convierta en nuestra muerte espiritual, debemos prepararnos de inmediato para mantener nuestra relación con Dios manteniendo nuestra fe activa diariamente a través de la oración, el estudio de la Palabra y el servicio en nuestra congregación.
Aunque todavía estés solo, guarda estos consejos en tu corazón. Serás más cuidadoso cuando llegue el momento.