Es fácil distraerse con nuestros deseos y sueños, o incluso con conflictos y problemas. Además, no hay nada de malo en trabajar en estas cosas terrenales, pero con la condición de que primero hayas buscado a Dios, todos los días.
Todos queremos conocer una de las claves del éxito en nuestro caminar cristiano, ¿verdad? Es una teoría simple, pero honestamente, difícil de poner en práctica: superémoslo todo. Pablo les dijo a los colosenses que se concentraran en lo esencial. Pensemos en las cosas de Cristo y no nos dejemos distraer por trivialidades. Elevémonos por encima de todo.
Una forma de hacerlo es perdonar a cualquiera que nos haya lastimado u ofendido. “Puesto que ustedes ya han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. (…) Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó” (Colosenses 3:1 y 13 RVC).
Los cristianos colosenses estaban creciendo rápidamente e impactando la región. Como siempre, los problemas se avecinaban y amenazaban con destruir cualquier impulso allí. Así que Pablo le pidió a esta joven iglesia que primero mantuvieran sus mentes enfocadas en las cosas de arriba o en el cielo. También les dijo que se aguantaran unos a otros y que estuvieran dispuestos a perdonar cuando los demás les hicieran daño. Mantener nuestra mente recta y nuestro corazón libre de amargura nos hará disponibles para ser usados por Dios.
A veces es difícil superar todo el drama. Puede ser difícil mantener nuestra mente enfocada en las cosas de Cristo cuando estamos involucrados en un conflicto. Pablo nos dice que nos soportemos unos a otros. Significa comprender que las personas son imperfectas y cometerán errores. También significa que cuando las personas deliberadamente hacen cosas para lastimarnos, al igual que Cristo, debemos perdonarlas. Libera nuestra mente para enfocarnos en las cosas de arriba. No hacerlo obstruye nuestros cerebros y nos agobia.
Podría ser muy fácil sentarse y quejarse de lo que la gente nos ha hecho, y podríamos estar justificados al hacerlo, pero eso no nos llevaría a ninguna parte. Nuestra mente es un campo de batalla en el que Satanás continuamente trata de hacerse un hueco. Permitimos que esto suceda cuando nos quejamos y no perdonamos. Pongámonos la armadura de Dios y peleemos con la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo. Elevémonos por encima de todo y sintamos la libertad que proviene de enfocarnos en lo que Dios tiene para nosotros.