Cada comienzo de año viene con diferentes desafíos. Aquellas para adelgazar o ponerse en forma, aquellas para ahorrar dinero o para realizar nuestros sueños. Y también está el reto muy popular desde hace unos años, el de despejar.
Cuando una persona muere y tenemos que ordenar sus pertenencias, nos damos cuenta de cuánto acumulamos todo tipo de cosas, más o menos útiles. Guardamos varias prendas por si tenemos la oportunidad de ponérnoslas. Acumulamos diferentes decoraciones porque nos recuerdan los viajes que hemos realizado. Y otros objetos están ahí simplemente porque los hemos olvidado, incluso si están en nuestros mostradores o nuestros escritorios. Si no nos tomamos el tiempo para resolverlo, para hacer el ejercicio de ordenar, podemos abrumarnos rápidamente. Incluso la Biblia habla de esto: “un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar” (Eclesiastés 3:6 NVI).
Entonces, ¿qué vas a hacer para despejar tu casa?
El ejercicio de limpieza no debe hacerse solo con nuestras cosas materiales. También es muy sabio tomarse el tiempo para observar nuestras actividades y limpiar ese lado también. ¿Qué actividad hacemos por costumbre, sin que realmente nos sea útil? ¿Qué ocupa tanto nuestro tiempo que ya no podemos tener tiempo saludable con Dios, o nos roba el tiempo para evangelizar o hacer crecer el Reino de Dios (Lucas 9:59-62)?
Entonces, ¿qué vas a hacer para despejar tu agenda?
¿Y nuestra lista de contactos? Es bueno hacer una lista de todas las personas que nos rodean y considerar quién debería estar en lo más alto de nuestra lista de prioridades y a quién quizás deberíamos dedicarle menos tiempo. Algunas amistades son edificantes y constructivas. Otras personas están en nuestras vidas porque Dios quiere que las ayudemos. Pero otras relaciones son tóxicas y debemos terminarlas (1 Corintios 5:11).
Entonces, ¿qué vas a hacer para despejar tus amistades?
Lo más difícil, pero ciertamente el más importante, es limpiar nuestros pensamientos. “Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría” (Salmo 94:19 NVI). Tenemos un razonamiento interno que no siempre es constructivo. Somos muy buenos para menospreciarnos a nosotros mismos o imaginar el peor de los casos. Pero cuando los pensamientos oscuros invaden nuestros corazones, debemos tomarnos el tiempo para limpiar. “¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!” (Salmos 42:5 NVI). No es fácil poner fin a nuestras preocupaciones o nuestros deseos carnales, pero si dejamos que nuestra alma se cargue con todo esto, no tendremos más espacio para crecer espiritualmente. “El que recibió la semilla que cayó entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas la ahogan, de modo que esta no llega a dar fruto” (Mateo 13:22 NVI).
Entonces, ¿qué vas a hacer para despejar tus pensamientos?
Todo esto es necesario para sentirse libre y ver más claro. No será fácil, pero Jesús nunca dijo que la vida en su seguimiento sería un camino de rosas. Afortunadamente, no nos dejó solos en esta tarea; tenemos el Espíritu Santo para ayudarnos en esta gran limpieza. Tomemos su mano y sigamos su dirección, Él nos llevará al verdadero descanso.