Nos distraemos tan fácilmente. Tenemos un proyecto por terminar, pero nos perdemos en los videos cortos que nos ofrecen nuestras redes sociales. No es de extrañar entonces que también perdamos de vista el Reino de Dios que nos rodea.
No podemos culpar a las redes sociales. Incluso en la naturaleza, sin electricidad, podríamos distraernos durante nuestra caminata con pájaros o flores y perdernos. Y si podemos perder de vista nuestro destino en el mundo físico, es aún más fácil perder de vista la dimensión espiritual de nuestro mundo. Jesús trató de recordarnos de varias maneras que no solo miráramos con nuestros ojos físicos. Hay otro mundo que existe al mismo tiempo que este mundo en el que caminamos. “Cuando los fariseos le preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, él les respondió: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni se dirá: Aquí está, o Allí está; porque el reino de Dios está entre ustedes” (Lucas 17:20-21 RVC).
El reino de Dios está entre nosotros: ¿nos damos cuenta? ¿Cuándo fue la última vez que nos tomamos el tiempo para considerar el mundo espiritual en el que vivimos? “Es verdad que aún somos seres humanos, pero no luchamos como los seres humanos. Las armas con las que luchamos no son las de este mundo, sino las poderosas armas de Dios, capaces de destruir fortalezas y de desbaratar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y de llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:3-5 RVC). Nuestros pensamientos, nuestro razonamiento, nos llevan a conclusiones lógicas. Pero el mundo espiritual no está sujeto a esta lógica y no debemos dejar que nuestra mirada nos distraiga de esta otra dimensión.
Cuando Jesús estaba hablando de la vista en Lucas 11, estaba hablando de nuestros ojos espirituales. “La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo esta lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo estará a oscuras” (versículo 34). Si leemos este versículo nuevamente agregando el ingrediente espiritual (como lo traducen algunas versiones), este versículo se convierte en: “La lámpara del cuerpo es el ojo espiritual”. Mientras leemos el resto del pasaje, vemos nuestro mundo de una manera completamente nueva. “Ten cuidado, no sea que la luz que hay en ti resulte ser oscuridad. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor” (Lucas 11:35-36 RVC).
Como hijos de Dios, debemos tomarnos el tiempo para considerar nuestros desafíos físicos desde una perspectiva espiritual. Nuestros problemas a veces serán mucho menos preocupantes cuando recordemos quiénes somos en el Espíritu. “Por lo tanto, no se preocupen ni se pregunten “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Porque la gente anda tras todo esto, pero su Padre celestial sabe que ustedes tienen necesidad de todas estas cosas. Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:31-33 RVC). Así es como debemos ver los desafíos de nuestra soltería. ¿La soledad pesa mucho? Pero, ¿estamos realmente solos si miramos al mundo espiritual? Nuestras pequeñas desviaciones de comportamiento, las tentaciones de la carne, no parecen tan graves. Pero cuando los comparamos con nuestro destino eterno, su importancia cambia mucho.
Tomemos el tiempo hoy para recordar que el Reino de Dios está aquí, a nuestro alrededor, ahora mismo. Abramos nuestros ojos espirituales, como enseñó Jesús, y veremos la verdadera vida, nuestra verdadera identidad y nuestro destino.