Cuando tomamos la decisión de seguir a Jesús, también abandonamos ciertos hábitos destructivos. Pero, ¿y si nuestros viejos amigos vuelven a visitarnos? ¿Cómo mantener el rumbo?
Antes de conocer a Jesús, Carla era asidua a las discotecas. Todos los sábados por la noche estaba en la pista de baile, borracha y en busca de placeres momentáneos. Esta vida de libertinaje la destruyó poco a poco, y fue al borde de la muerte que encontró a su Salvador. De la noche a la mañana, cambió su grupo de amigos, su guardarropa y sus planes del sábado por la noche. Fue bautizada y se involucró apasionadamente en el servicio a su iglesia. Pero ahora, en una celebración familiar, sus primos deciden revivir su juventud tocando las mismas canciones que hacían bailar a Carla en su antigua vida. Sus hombros comienzan a moverse, sus pensamientos le traen buenos recuerdos y comienza a sonreír. ¡Entonces ella entra en pánico! No quiere que le gusten estas canciones, para no volver a caer en el mismo estado en el que estaba en su pasado. Tiene miedo de perder su salvación y volver a ser esclava.
Muchos cristianos experimentan en algún momento de su vida este miedo de volver a caer en su pasado. Esta es una tentación que no debe ser trivializada. Siempre habrá un momento en que nuestros viejos demonios querrán volver para perseguirnos. “Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares áridos en busca de reposo, y no lo halla. Entonces dice: “Volveré a mi casa, de donde salí.” Y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va y trae otros siete espíritus peores que él, y entran y allí se quedan a vivir. ¡Y el estado final de aquel hombre resulta ser peor que el primero! Así también le pasará a esta generación malvada” (Mateo 12:43-45 RVC). Para evitar cualquier vuelta atrás, algunos cristianos evitan todas las referencias al pasado. Evitarán todas las salidas y se negarán a chatear con sus viejos amigos. Es una buena defensa, pero también es posible vivir en la victoria sin eliminar ningún recuerdo de nuestro pasado.
Necesitamos otras fuentes de placer Si te divertiste mucho bailando en las discotecas, pero no haces nada más que sea divertido, estarás muy tentado a volver a las discotecas. ¡Dios no tiene nada en contra de bailar! Si te encanta bailar, sigue haciéndolo, pero solo elige un ambiente más saludable con mejor compañía. Encuentra nuevos pasatiempos, toma clases, etc. Hay muchas formas de divertirnos sin negar nuestra fe.
No dudes de tu salvación si vuelven las ganas ¡El hecho de que tu carne sea tentada no significa que hayas perdido tu salvación! Mientras estemos en este mundo, seremos tentados. Por lo tanto, lo ideal es prepararnos para resistir las tentaciones. Por supuesto, debemos cuidar nuestra alma alimentándola diariamente con la Palabra de Dios. Cuando los pensamientos vuelven a nuestra cabeza, solo tenemos que recordar de qué nos salvó Dios. “Sí, tuve mucho placer, pero también tuve mucho dolor, y gloria a Dios que me libró de eso”.
Días buenos y días malos Es cuando las circunstancias son difíciles a nuestro alrededor cuando corremos más riesgo de volver a caer en los malos hábitos porque buscamos un poco de consuelo, un placer, para levantar el ánimo. Ciertas fechas también pueden desencadenar nuestros deseos. Por eso es bueno preparar un sistema de defensa para estos “malos días” y establecer nuevas formas saludables de cuidarse.
Conservar el gozo de nuestra salvación David sabía muy bien que si nuestro corazón permanece en el gozo de nuestra salvación, será más fácil resistir los placeres del pasado. “¡Devuélveme el gozo de tu salvación, y que un espíritu de buena voluntad me sostenga!” (Salmos 51:14 SG21). Si nuestra vida cristiana se está volviendo aburrida, debemos despertar y cambiar eso. El Espíritu Santo quiere ayudarnos a redescubrir la alegría de nuestra salvación.
Nuestro pasado es un testimonio de la gracia de Dios. Si los momentos del pasado vuelven a visitarte, aprovecha la oportunidad para recordar la bondad de Dios, de dónde te sacó y celebra dónde estás ahora. No tenemos que temer a nuestro pasado, sino usarlo como una herramienta para glorificar a Dios.