Varias veces en su ministerio, Jesús les dijo a sus discípulos que estuvieran listos para el fin, para no perder la llegada de la gloria de Dios. Cientos de años después, ese mensaje aún se aplica. Y nosotros, ¿estamos preparados?
Nuestra vida diaria puede hacernos olvidar fácilmente que el regreso de Jesús puede ocurrir en cualquier momento. “Tal y como sucedió en los días de Noé, así también sucederá en los días del Hijo del Hombre. La gente comía y bebía, y se casaba y se daba en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los destruyó a todos. (…) Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lucas 17:26-27, 30 RVC). No hay nada de malo en comer, beber y casarse, pero nuestras actividades “terrenales” no deben distraernos del plan de Dios.
Esta es una pregunta que a veces escuchamos en nuestras reuniones cristianas: “¿Y si Jesús volviera hoy, estarías listo para encontrarlo?” Si la trompeta sonara hoy, ¿estaríamos listos para subir con Él? ¿Cultivamos hábitos que glorifican a Dios, o hemos dejado que nuestra llama se apague? Si hoy fuera el final, ¿Dios nos encontraría trabajando en Su obra o regocijándonos en los placeres mundanos?
Es bueno detenerse y reflexionar sobre la eternidad. ¿Estamos listos? Porque el final también puede ser personal. Quizás la trompeta no suene hoy para toda la Tierra, sino solo para nosotros. Esta es otra pregunta que escuchamos en nuestras reuniones cristianas. “Si murieras hoy, ¿tendrías que sonrojarte o regocijarte por lo que tienes que presentar a Dios?” No debemos vivir con miedo a morir, pero sí es bueno reflexionar sobre nuestra eternidad cada vez que tomamos decisiones o cada vez que nos quejamos de las normas que tenemos que mantener como personas solteras.
El propósito de este cuestionamiento no es hacernos sentir miserables e inadecuados. Siempre podemos hacerlo mejor en nuestro caminar con Dios. Pero es bueno detenerse de vez en cuando a reflexionar sobre esta cuestión y reajustar lo que ya no está bien en nuestra vida.
Estar preparados para el regreso de Jesús es también estar preparados para recibir nuevas revelaciones de él. Podemos orar por un milagro durante años y perder la respuesta de Dios simplemente porque estamos demasiado preocupados por las necesidades diarias. Esto es lo que les sucedió a los judíos, quienes no se dieron cuenta de que Jesús era su Mesías. ¿Cuántas veces el Espíritu Santo planeó darnos una respuesta a nuestro problema durante la enseñanza del domingo por la mañana y no nos presentamos a escucharla? O nuestra respuesta fue en un verso y leímos todo el capítulo sin prestar atención, ¡sin siquiera recordar lo que acabábamos de leer! Nuestros pensamientos estaban en otra parte. ¿Estamos preparados para el regreso de Jesús a nuestra vida, para su gloriosa intervención hoy?