Después de un fracaso doloroso o de un sermón motivador, muchas veces tomamos la decisión de cambiar esto o aquello. Pero la mayoría de las veces no dura. ¿Por qué vuelven nuestros malos hábitos?
Hay personas que están tratando de hacer cambios en sus vidas, que están tratando de limpiarse espiritual o moralmente. Saben que las cosas no son como deberían ser y quieren que todo esté bien. Pero la ironía es que algunas personas, en sus esfuerzos por limpiar sus vidas, terminan en peor situación que cuando empezaron.
Jesús explicó cómo podemos lograr cambios duraderos en nuestra vida al realizar una limpieza importante de la casa. “Cuando el espíritu impuro sale del hombre, anda por lugares áridos en busca de reposo, y no lo halla. Entonces dice: “Volveré a mi casa, de donde salí.” Y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va y trae otros siete espíritus peores que él, y entran y allí se quedan a vivir. ¡Y el estado final de aquel hombre resulta ser peor que el primero! Así también le pasará a esta generación malvada” (Mateo 12:43-45 RVC).
Jesús se refería a poderes demoníacos en este pasaje. Los demonios son reales y poderosos. Y en este pasaje parece que la persona que una vez estuvo poseída por este espíritu inmundo estaba haciendo las tareas del hogar. Hasta cierto punto, las cosas se han puesto en orden. Parece que la persona ha realizado algún tipo de cambio moral.
Para entender esto en contexto, debemos recordar que Jesús estaba hablando aquí a los fariseos, que eran las personas religiosas, morales y aparentemente honestas de la época. Jesús comparó la vida y el corazón humanos con una casa. Dijo que la moralidad no nos salvará. La religión no nos salvará.
Jesús nos dio una imagen de aquellos que hacen cambios morales en sus vidas, pero no logran llegar a la raíz de su problema, que es la ausencia de Dios en sus vidas. Los pecados que cometen son sólo síntomas de un problema más profundo: la falta de Jesucristo viviendo en ellos.
Las personas cambiarán sus vidas por muchas razones. A veces, cuando enfrentan una crisis, comienzan a evaluar sus prioridades y hacer un balance de sus vidas. Ellos determinan lo que debe cambiar. Pero a menudo son las mismas personas las que terminan volviendo a sus viejas costumbres. ¿Por qué? Porque la casa está barrida y puesta en orden, pero sigue vacía.
No debemos perder de vista la verdad fundamental de que la moralidad, por sí sola, no resultará en una buena relación con Dios. La moralidad nunca traerá espiritualidad. Pero la verdadera espiritualidad siempre traerá moralidad.