Se nos solicita de todos lados; tanto es así que podemos olvidarnos de descansar. No sólo para descansar nuestro cuerpo, sino también nuestra alma y nuestro espíritu. Sin embargo, Dios nos promete que su descanso es nuestra fortaleza.
El descanso es una de las grandes bendiciones que Dios ha prometido a su pueblo, como bien lo dijo Jesús. “Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar” (Mateo 11:28 RVC). Pero ¿qué es ese descanso del que aquí se trata? Sí, es tomarse un tiempo libre, pero sobre todo es buscar hacer la voluntad de Dios.
Esta fue, de hecho, la definición dada por Dios a la noción del sábado: no trabajar para pensar más en Dios. Nuestro Padre Celestial incluso incluyó esta ley en Sus Diez Mandamientos porque sabía que el descanso es esencial para nuestra supervivencia. Nuestros músculos, por ejemplo, ganan fuerza cuando hay momentos de descanso entre sesiones de ejercicio. No sacaremos mejores resultados en nuestro examen si estudiamos durante 8 horas seguidas: necesitamos hacer pausas para que la información penetre profundamente en nuestra memoria. Incluso para las personas solteras, a veces es necesario hacer un “descanso” en la búsqueda de pareja para no perder de vista lo imprescindible.
Pero ojo: descansar no es sólo detenerlo todo. Se trata también de poner a Dios en el centro de nuestras decisiones, de hacer su voluntad. Ésta es la base de la vida cristiana. Comenzamos nuestra vida cristiana “sentados” en los lugares celestiales (Efesios 2:4-6), por lo tanto en reposo. Descansar aquí significa que dejamos que Dios esté en el trono de nuestras vidas, dejando nuestros deseos en Sus manos. ¡A veces estamos agotados porque perseguimos metas que Dios no nos dio! Es bueno tomarnos el tiempo para cuestionarnos para ver si nuestras ocupaciones son realmente una dirección de Dios. Dejemos que Dios nos corrija: esto también puede ser reparador (Salmo 23:4).
La libertad en Dios es no hacer lo que queramos. La libertad en Dios es ya no ser esclavo de nuestra carne: ¡ya no sentirnos obligados a hacer lo que nuestra carne desea! Asimismo, la paz de Dios no es no tener preocupaciones. Podemos capear una tormenta, pero la paz de Dios no permitirá que la tormenta se apodere de nuestra alma. Es por eso que podemos dormir incluso en medio de una situación aparentemente desesperada (Mateo 8:24). Del mismo modo, descansar en Dios no es detenerse, sino hacer la voluntad de Dios. “Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma; 30 porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana” (Mateo 11:28-30 RVC).
Es cuando caminamos en la voluntad de Dios que realmente podemos experimentar un descanso fortalecedor. Aquí es donde podemos dormir bien, porque el sueño es una bendición que Dios da a quienes caminan en Su voluntad. “Si el Señor no edifica la casa, de nada sirve que los edificadores se esfuercen. Si el Señor no protege la ciudad, de nada sirve que los guardias la vigilen. De nada sirve que ustedes madruguen, y que se acuesten muy tarde, si el pan que comen es pan de sufrimiento, y el Señor da el sueño a los que él ama” (Salmo 127:1-2 RVC).
El verdadero descanso para nuestras almas llegará cuando permitamos que Dios tome el control de nuestras vidas. ¡Esto no significa que no nos quede nada por hacer! Ciertamente tendremos menos cosas que hacer, pero aún estaremos trabajando bajo Su reinado. Entramos en Su reposo cuando sabemos que Dios se preocupa por nosotros. “El Señor es mi pastor; nada me falta. En campos de verdes pastos me hace descansar; me lleva a arroyos de aguas tranquilas. Me infunde nuevas fuerzas y me guía por el camino correcto, para hacer honor a su nombre” (Salmo 23:1-3 RVC). Las ovejas no comen cuando se sienten inseguras y no beben cuando el río está agitado. Y también nosotros, cuando nos distraemos por el tornado de nuestras ocupaciones, ya no escuchamos la voz de nuestro Buen Pastor.
Es hora de silenciar las preocupaciones en nuestras cabezas, es hora de detener la locura de nuestras actividades, de sentarnos a los pies de Jesús. Quizás los solteros podrían reformular el versículo Lucas 10:41-42 para hacerlo suyo. “Soltera, Soltera, estás preocupada y aturdida con muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. Como María, elige la parte buena: siéntate a los pies de Jesús y escúchalo”. Es allí donde finalmente entraremos en un descanso fortalecedor.