Dios comienza guiándonos hacia Su plan perfecto con Sus principios bíblicos. Luego vienen nuestras faltas y las de los demás; dolor y corazón roto. Pero, este no es el final. El plan perfecto de Dios incluye sanidad, perdón y resurrección.
El divorcio nunca fue el plan de Dios para Sus hijos. Sabe que una ruptura así es dolorosa y deja profundas cicatrices. “Y no es sólo el divorcio lo que duele, sino todo lo que condujo al divorcio: las rupturas de nuestra alianza”, especifica el pastor Jacques Loignon, autor del libro “Divorce, survivre à l’épreuve d’une séparation” (disponible sólo en francés). El pacto original es “dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser” (Mateo 19:5 RVC), cada pequeña acción que contravenga estos tres pactos (dejar, unirse y convertirse) deja cicatrices.
Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16). No sólo porque va en contra de Su plan perfecto, sino porque el Padre Celestial sabe cuán dañino es romper tal convenio. “En las iglesias nos apresuramos a condenar el divorcio, pero no nos tomamos el tiempo suficiente para escuchar a quienes están pasando por esta terrible experiencia, no nos preocupamos lo suficiente por ellos”, admite este pastor, que ofrece grupos de apoyo para personas divorciadas.
En su libro, como en sus grupos de apoyo, el pastor Loignon guía a las personas divorciadas a través de tres etapas esenciales. Después de firmar los documentos legales, una persona divorciada debe tomarse un tiempo para llorar emocionalmente la pérdida de su relación. Su autoestima se vio afectada durante el proceso, así como su confianza en sí misma y en quienes la rodean. Por tanto, toda persona divorciada debe tomarse el tiempo para reconstruirse emocionalmente. A menudo es incluso necesario reconstruir un nuevo círculo de amigos, a veces incluso cambiar de iglesia y establecer nuevas bases. “Es un proceso que dura una media de dos años, pero puede ser más largo”, afirma.
Para el pastor Loignon, la etapa del divorcio espiritual es el momento en el que hacemos las paces con Dios ante nuestro divorcio. “Necesitamos ser capaces de hacer las preguntas difíciles, reconocer nuestro papel en esta situación y arrepentirnos de nuestros errores”, explica. “El divorcio o lo que llevó al divorcio es un pecado del que hay que arrepentirse, pero tampoco es el pecado imperdonable. Dios perdona y Dios restaura”. La mujer adúltera de Juan 8 debería haber sido apedreada según la ley de Moisés, pero Jesús aplicó gracia y compasión a esta situación. Si Jesús lo hizo por ella, ¿podemos creer que todavía puede extender gracia a un corazón arrepentido?
Para estar listos para iniciar una nueva relación debemos haber pasado por todas estas etapas: haber terminado con el lado legal, haber reconstruido nuestra autoestima y sanado nuestro corazón, y tener la convicción de que Dios nos ha perdonado. “¡Pero tampoco necesitamos volver a casarnos!”, concluye el pastor Loignon. “No es el matrimonio lo que nos da felicidad, es nuestra relación con Dios. Podemos vivir muy bien solos y sentirnos bien con nosotros mismos. No hay nada de malo en permanecer soltero”. Es un estado en el que podemos aprender a prosperar. Dios también quiere usar poderosamente a personas solteras: hay varios en la Biblia que desempeñaron un papel dominante (Daniel, Jeremías, Ana la profetisa, Pablo e incluso Jesús). No creas que el divorcio es el fin o una mancha imborrable. No hay nada que la sangre de Jesús no pueda lavar. Y no hay vaso demasiado roto para que Dios lo repare y lo llene con Su Espíritu Santo.