“Venid y adoremos”, reza la popular canción navideña “Adestes Fideles” (Venid Fieles Todos). Los reyes magos vinieron a adorar al nuevo rey. Pero ¿qué es exactamente adorar? Es mucho más que cantar hermosas canciones.
Muchas canciones nos alientan a adorar a Dios. A veces hablamos de un tiempo de “alabanza y adoración” en nuestras iglesias. Pero muchas veces utilizamos estas dos palabras como sinónimos cuando en realidad tienen significados diferentes. En las Biblias de español, encontraremos la palabra “adoración” en el Antiguo Testamento como traducción de la palabra hebrea “shâchâh”. Esta palabra significa disminuirse, inclinarse, obedecer y mostrar reverencia, como se describe en el Salmo 95:6 (RVC). “¡Vengan, y rindámosle adoración! ¡Arrodillémonos delante del Señor, nuestro Creador!”
En el Nuevo Testamento es la palabra griega “proskuneo” la que se traduce como “adorar”, que significa postrarse, incluso besar el suelo por donde acaba de pasar la persona venerada. Dios tiene todo un ejército celestial a su servicio cantándole alabanzas. Le gusta escuchar a sus hijos cantar himnos, pero lo que realmente quiere son adoradores. “Pero viene la hora, y ya llegó, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca que lo adoren tales adoradores. Dios es Espíritu; y es necesario que los que lo adoran, lo adoren en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24 RVC).
Lo que Dios espera de nosotros es que nuestro corazón esté postrado ante él, que nos pongamos en posición de sumisión. No podemos decir que “adoramos a Dios” y luego hacer lo que se nos ocurra, [hacer lo que queramos]. Ser adorador es obedecerle, seguir su dirección, es entregarse enteramente a él. Está muy bien dar a conocer nuestras necesidades a Dios (Filipenses 4:6), pero siempre debemos tomarnos el tiempo para terminar nuestras oraciones como lo hizo Jesús: “Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42b RVC).
¿Por qué adorarlo? ¿Por qué darle autoridad sobre nuestras vidas, seguir lo que nos dice que hagamos, maravillarnos ante su esplendor? ¡Porque fuimos creados para esto! Si utilizamos un reloj para preparar una sopa grande, el reloj se estropeará porque no fue creado para eso. Fuimos creados para adorar a Dios: es cuando estamos en una posición de sumisión que verdaderamente encontramos felicidad y satisfacción. Si nuestro mundo está roto, nuestras familias y a veces incluso nuestras iglesias, es porque hemos dejado de inclinarnos ante Dios, hemos recuperado el control de nuestras vidas en lugar de abandonarnos a Él.
Jesús no es un pequeño bebé en un pesebre. Él es nuestro Príncipe, la autoridad sobre nuestras vidas. Al escuchar los himnos que nos invitan a adorar a Cristo, pregúntate si realmente eres un adorador. Pídele al Espíritu Santo que te muestre si todavía hay áreas de tu vida que no están bajo el control divino. Recuerda maravillarte, postrarte. ¡Fuiste creado para esto!