Las tarjetas de fidelización son muy populares y permiten a los comerciantes no perder a sus clientes. Cuando hablamos de fidelidad en la pareja, pensamos en una pareja que no tiene relaciones extramatrimoniales. Pero ¿cuál es la fidelidad de Dios?
El versículo más citado para hablar de la fidelidad de Dios es, por supuesto, Lamentaciones 3:22-23. “Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado! ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se renueva! (RVC). Incluso cantamos varios himnos para alabar la fidelidad de Dios. Para apreciar plenamente este rasgo del carácter de Dios, es bueno volver a la definición de la palabra hebrea “amown”, traducida en varios lugares de la Biblia por la palabra fidelidad. Esta palabra hebrea también podría traducirse como constancia, solidez del compromiso. Es lo opuesto a ser inestable y de mal humor. Podemos confiar en Dios porque Él no cambia y no miente.
Podemos contar con Dios, que siempre estará ahí para proveer. Filipenses 4:19 (RVC) lo expresa bien: “Así que mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Cuando experimentamos una carencia, podemos sentir ansiedad, angustia instalándose en nuestro corazón. Bajo esta tensión, no vemos las soluciones correctas y podemos actuar por impulso, lo que nunca da resultado (Proverbios 21:5). Pero cuando recordamos que Dios ha prometido que Él proveerá y que podemos confiar en Su palabra, encontramos paz. Y a veces, con sólo encontrar la paz, nos relajamos lo suficiente como para encontrar nuevas soluciones. O, al confiar en Dios, nos damos cuenta de que nuestra necesidad no es tan imperativa en comparación con lo que encontramos en Él.
Podemos contar con Dios, que Él siempre nos está formando. Una vez más encontramos gran aliento en el libro de Filipenses. “Estoy seguro de que el que comenzó en vosotros esta buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). Cuando recordamos que Dios está formando nuestro carácter, somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos (¡un estrés menos!) y también de perdonar a quienes nos causan pruebas. Como José perdonó a sus hermanos porque notó que sus pruebas lo habían hecho más fuerte. Sabiendo que estamos en la escuela del Espíritu Santo, afrontamos nuestros desafíos con mayor confianza, en lugar de mirarlos con fatalismo.
Podemos contar con Dios, que Él siempre está con nosotros. Prometió no abandonarnos nunca (Hebreos 13:5) y ser fiel incluso cuando no lo seamos (2 Timoteo 2:13). ¡Saber que Dios está siempre con nosotros no elimina nuestra necesidad de encontrarnos con otras personas! ¡Somos seres sociales! Pero te quita el miedo a estar solo. Es el antídoto a la soledad. Cuando recordamos que Dios está ahí, como Él prometió, estamos más tranquilos y podemos considerar actividades más saludables o momentos más constructivos a solas. Ya no buscamos relaciones con una mentalidad desesperada, ya no nos sentimos víctimas de nuestras circunstancias. Nos sentimos fortalecidos al saber que no sólo no estamos solos, sino que tenemos al mismo Dios a nuestro lado: ¡qué poder!
Y esta reflexión debería llevarnos luego a la introspección. ¿Somos también una persona fiel? A menudo, los solteros cristianos dicen que buscan una pareja fiel, pero ¿cómo saber si esta persona es fiel antes de entablar una relación con ellos? Podemos usar la fidelidad de Dios para inspirarnos. Al igual que Dios, ¿pueden los que nos rodean contar con nosotros? Cuando nos comprometemos, realmente estamos ahí (Mateo 5:27). ¿Son nuestras palabras edificantes? ¿Pueden quienes nos rodean contar con nosotros para tranquilizarlos, apoyarlos y ser constructivos (1 Tesalonicenses 5:11)? Nuestra misión es hacer discípulos de Cristo y para ello debemos estar firmemente arraigados en Él. Dejemos, pues, que la fidelidad de Dios crezca en nosotros, para nuestro bienestar y el de los que nos rodean.