El libro de Deuteronomio es el último discurso de ánimo de Moisés antes de la entrada de Israel a la Tierra Prometida. Su discurso repite a menudo el mismo consejo: “recuerda”. Si no podemos esperar a salir del desierto de nuestras relaciones, ¡tal vez deberíamos aplicar este mensaje también!
El Alzheimer es una enfermedad difícil para quienes rodean a una persona afectada e incluso peligrosa para esa persona. La deambulación y la desorientación, así como la incapacidad para administrar su medicación, a menudo le roban los últimos momentos de su vida. Pero no es sólo el Alzheimer el que puede ponernos en peligro. Según Moisés, olvidar es peligroso incluso cuando no tenemos problemas cognitivos. Por eso el patriarca tenía tanto interés en educar a su pueblo para que recordara periódicamente varios aspectos de sus vidas. Sabía que olvidar puede ser mortal. “Pero si llegan a olvidarse del Señor su Dios y se van tras dioses ajenos, y les sirven y se inclinan ante ellos, yo les hago saber hoy que de cierto perecerán” (Deuteronomio 8:19 RVC).
Hay cosas que ciertamente debemos olvidar, o al menos no traer más a nuestra memoria, tal como lo hizo Dios con nuestros pecados. Debemos optar por no insistir más en el pasado si nuestro objetivo es sólo buscar autojustificación o venganza. Al igual que Pablo, también es bueno olvidar nuestras habilidades humanas y buscar sólo la aprobación de Dios. Es bueno olvidar la lógica y el razonamiento humano (Romanos 12:2) que hasta ahora constituían la base de nuestra sabiduría.
Pero, según Moisés, hay ciertos puntos que debemos tomarnos el tiempo para recordar.
Recuerda de donde venimos
En Deuteronomio 5:15, Moisés aconseja a su pueblo que no olviden que Dios los sacó de Egipto, de la esclavitud. Es recordando esta liberación que los mandamientos de Dios se vuelven más fáciles de asimilar. Y lo mismo ocurre con nosotros: si nos resulta difícil seguir los preceptos de Dios, debemos recordar la liberación que hemos tenido del pecado. O, si somos tentados a regresar a una relación que no glorifica a Dios, recordemos cómo nuestra relación anterior similar causó daño a nuestra alma.
Recordando nuestras victorias
Cuando enfrentamos grandes desafíos, es importante recordar las victorias que Dios nos ha dado hasta ahora (Deuteronomio 7:18, Deuteronomio 8:17-18, Isaías 44:21). Cuando recordamos que Dios ha estado con nosotros en el pasado, tenemos una gran esperanza para nuestro futuro.
Recordando las promesas de Dios
Nuestra fe se fortalece cada vez que leemos la Palabra de Dios (Romanos 10:17) o la escuchamos en una asamblea. Jesús prometió que el Espíritu Santo traería a nuestra memoria lo que habíamos aprendido (Juan 14:26). Por lo tanto, debemos nutrirnos continuamente de las promesas y enseñanzas de la Palabra.
Recordando lecciones y nuestros errores
No debemos castigarnos constantemente cuando cometemos errores, pero tampoco debemos olvidarlos (Deuteronomio 9:7). Porque, lamentablemente, a menudo es de nuestros errores de donde aprendemos las lecciones más valiosas. ¡O podemos recordar los errores de nuestros padres u otras fuentes para no repetirlos nosotros mismos! Para asegurar nuestra próxima relación romántica, es mejor recordar los errores que cometimos en nuestra relación anterior para no repetirlos.
Recordando a nuestros líderes
¡A menudo los olvidamos! No nos olvidamos de criticarlos, pero orar por ellos o tomarnos el tiempo para agradecerles está muchas veces lejos de nuestros pensamientos. A menudo están desanimados y dispuestos a darse por vencidos: una pequeña nota de aliento de nuestra parte puede ser el bálsamo que les ayude a continuar (Colosenses 4:3).
Y por supuesto, debemos recordar… ¡Dios!
Somos hijos de Dios, ¡así que aprovechemos este privilegio! No estamos solos en el sufrimiento, Dios está con nosotros. No estamos solos en nuestras necesidades financieras, Dios está ahí para responder con su provisión o ayudándonos a poner nuestras prioridades en el orden correcto. Por último, no olvidemos que tampoco estamos solos en nuestra soltería. Nuestro valor no está definido por nuestro estatus social, sino por lo que Dios dice sobre nosotros.