Cuando miramos lo que sucede a nuestro alrededor, nos invade la preocupación. Sin embargo, Dios todavía está en su trono y no ha perdido ninguna de sus riquezas ni su amor. Al fijar nuestros ojos en Él, sabemos que Su provisión llegará pronto, ¡incluso en las relaciones!
La hambruna asoló Egipto y las regiones circundantes. Pero José ya había recibido instrucciones de Dios para superar estos tiempos difíciles. Mientras el pueblo tenía hambre, José estaba en el palacio. Y no fue el único que vio mejorar su situación mientras empeoraba la del resto de la sociedad. Su padre Jacob fue invitado a venir a vivir a las tierras más fértiles de todo Egipto y sus necesidades fueron cubiertas hasta el final de su vida. Todo esto, durante la mayor hambruna de la región. Historias como ésta se multiplican en la Biblia. Durante otra hambruna, a una viuda nunca le faltaron harina y aceite para satisfacer sus necesidades. Ella había puesto a Dios en primer lugar, sirviendo al profeta Elías, y Dios cuidó de ella. Dios ha prometido repetidamente cuidar de quienes lo aman (1 Reyes 17:13-14).
“A tu izquierda caerán mil, y a tu derecha caerán diez mil, pero a ti no te alcanzará la mortandad” (Salmo 91:7 RVC)
“El justo pasa por muchas aflicciones, pero el Señor lo libra de todas ellas” (Salmo 34:20 RVC)
“Así que mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19 RVC)
Pero ¿qué tienen en común todas las personas que han recibido estas promesas de Dios? Todos fueron obedientes a la voz de Dios. Siguieron la dirección que Dios les dio y fue en su sumisión que recibieron la provisión. La receta nunca ha sido muy complicada. Para tener un destino diferente al mundo que nos rodea, para tener una calidad de vida que no dependa de la economía global o de nuestro estatus social, debemos ser diferentes del mundo. No podemos vivir como el mundo y tener un resultado diferente al del mundo. Dios nos pide que le demos el control de nuestras vidas, que hagamos lo que Él nos pide y que nos abstengamos de lo que Él considera pecado, y nuestras necesidades serán satisfechas.
No será fácil actuar diferente al mundo, requerirá de un gran sacrificio de nuestra parte (Romanos 12:2). “Porque el deseo de la carne se opone al Espíritu, y el del Espíritu se opone a la carne; y éstos se oponen entre sí para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer” (Gálatas 5:17 RVC). Y la forma en que Dios satisface nuestras necesidades puede no ser exactamente lo que queremos. El Mesías que Dios envió no fue el que los judíos esperaban. Querían un salvador que los rescatara del poder de los romanos. Dios les dio un Salvador que los condujo a un Reino celestial.
Dios ha prometido proveer para sus hijos y no es un mentiroso. Pero su manera de satisfacer nuestras necesidades no será necesariamente la que pensamos. En el aspecto financiero, Dios puede responder a una de nuestras carencias dándonos un nuevo trabajo, inspirando a alguien a darnos una cantidad de dinero o incluso, Dios puede responder quitando de nosotros el deseo de obtener tal o cual objeto que deseamos. Dios siempre provee, pero no siempre de la manera que imaginamos.
Lo mismo ocurre con nuestras necesidades relacionales. En la lista de los 10 mandamientos no está escrito que todos debamos casarnos, por lo que no es un mandamiento. Si el matrimonio fuera el objetivo final de nuestras vidas, Jesús se habría casado y todos los apóstoles habrían enseñado sobre este tema primero en el Nuevo Testamento. Aunque todos tenemos necesidades relacionales, no es necesariamente el matrimonio lo que las satisfará. Todas las respuestas a nuestras necesidades se encuentran en Dios. A veces Dios suplirá nuestras necesidades ofreciéndonos un compañero de vida. A veces Él proveerá para nuestras necesidades de afecto a través de nuestra comunidad cristiana. A veces, es Él quien vendrá a llenar el vacío relacional en nuestra vida. Cuando Dios es nuestro Pastor, nada nos falta. Los solteros no son menos realizados por Dios que los casados. Ciertamente, los solteros no son menos amados por Dios. Los solteros no son hijos de Dios de segunda categoría. Son sus amados hijos, bendecidos y equipados para realizar una obra poderosa en el crecimiento del Reino de Dios.
“Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33 RVC). No te preocupes, Dios siempre provee para las necesidades de sus hijos.