Nuevo matrimonio después del divorcio

Volverse a casar después del divorcio es una decisión compleja que debe basarse en la Palabra de Dios y guiarse por Su Espíritu. La sanidad, la comprensión de las Escrituras y no apresurar una relación requieren depender del Señor.

Si me conoces, sabes que he estado casado, divorciado y vuelto a casar antes. Si no lo sabías, bueno…ahora lo sabes. Por la gracia de Dios, he estado felizmente casado durante casi 16 años. Mi primer matrimonio terminó en divorcio antes de convertirme en creyente, y me volví a casar después de convertirme en creyente. Hay mucho más en esta historia. Yo era 100% el mal actor en la ecuación, pero por la increíble gracia de Dios, soy salvo y cambiado para siempre por Él. Un recurso útil al que me dirigieron para tomar la decisión de volver a casarme fue el libro de Jay Adams “Marriage, Divorce and Re-Marriage in the Bible: A Fresh Look at What Scripture Teaches”. Recomiendo mucho este libro porque hay muchos escenarios complejos que abordar y creo que es importante que nos esforcemos por honrar a Dios en nuestras decisiones cuando consideramos volver a casarnos.

Volverse a casar después del divorcio es un viaje que requiere sabiduría, gracia y una profunda dependencia del Señor. Navegar por este camino implica enfrentar las heridas del pasado, comprender los fundamentos bíblicos del nuevo matrimonio y tomar las cosas con calma.

Tómate tiempo para sanar el pasado El divorcio deja un impacto profundo, que a menudo resulta en heridas emocionales, espirituales y relacionales. Antes de casarse, es esencial tomarse un tiempo para sanar y buscar la restauración de Dios. Las Escrituras nos recuerdan la promesa de Dios de sanar los corazones quebrantados: “El Señor reanima a los descorazonados, y sana sus heridas” (Salmo 147:3 RVC). La sanación implica superar el dolor, perdonar las ofensas pasadas y lidiar con cualquier pecado o amargura no resuelto.

Sin este proceso de curación intencional, las heridas del pasado pueden extenderse a una nueva relación, creando nuevos desafíos. Esto significa permanecer fiel a Jesús, trabajar con Él en las heridas del pasado y encontrar ayuda de hermanos y hermanas en Cristo que estén capacitados para caminar con usted en este proceso.

Los fundamentos bíblicos del nuevo matrimonio Es esencial comprender los fundamentos bíblicos del nuevo matrimonio. Este es un tema complejo que requiere búsqueda de sabiduría y oración. La Biblia reconoce dos situaciones principales en las que se puede permitir el nuevo matrimonio:

Adulterio: Jesús enseña que la inmoralidad sexual puede ser motivo de divorcio y nuevo matrimonio: “Y yo les digo que, salvo por causa de fornicación, cualquiera que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio. Y el que se casa con la divorciada, también comete adulterio” (Mateo 19:9 RVC)

Abandono por parte de un cónyuge incrédulo: El apóstol Pablo habla de situaciones en donde un cónyuge incrédulo abandona el matrimonio: “Pero si el no creyente quiere separarse, que lo haga; en ese caso, el hermano o la hermana no están obligados a mantener esa relación, pues Dios nos llamó a vivir en paz” (1 Corintios 7:15 RVC)

Cada situación debe ser examinada cuidadosamente con consejo pastoral para asegurar un enfoque sabio con la Palabra de Dios.

La importancia de tomarse las cosas con calma Suponiendo que bíblicamente usted pueda volver a casarse, apresurarse a contraer un nuevo matrimonio puede llevar a expectativas no cumplidas y a conflictos sin resolver. Proverbios nos aconseja que andemos con cuidado (Proverbios 21:5). Tomarse tiempo permite el crecimiento espiritual, la construcción de confianza y la búsqueda de consejos sabios.

Volverse a casar después del divorcio no es un viaje que deba tomarse a la ligera, pero con la gracia de Dios puede ser un viaje de redención y renovación. Para aquellos que están considerando volver a casarse, busquen consejo de su pastor, de otros creyentes maduros (o consúltennos) y manténganse firmes en la oración. A medida que avanza, confíe en la soberanía de Dios y en su plan para su vida, sabiendo que Él obra todas las cosas para nuestro bien (Romanos 8:28).