Sabemos que lo mejor que Dios nos ha dado es su Hijo Jesús. Su sacrificio nos dio vida eterna, ¿qué más podemos pedir? La generosidad de Dios no tiene límite y nuestro Padre quiere bendecir aún más a sus hijos.
Si vas a hacer algo, ¡hazlo con excelencia!
Es fácil arrastrar los pies y caer en el abandono en diferentes áreas de nuestra vida. Pero la negligencia atrae la negligencia. Así que vale la pena arremangarse, escuchar el camino del Espíritu Santo y actuar con excelencia.
Todos somos iguales
Frente a la eternidad, solo hay dos posiciones: nacido de nuevo o muerto espiritualmente. Una vez salvos, todos somos iguales ante los ojos de Dios. No hay niveles entre cristianos. Todos somos amados por igual y todos tenemos las mismas responsabilidades.