Cuando estamos enojados, ya no somos racionales. Podemos decir o hacer cosas de las que luego nos arrepentimos. La ira es inevitable, pero debe ser domesticada si no queremos ahogarnos en su ola destructiva.
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Cuando estamos enojados, ya no somos racionales. Podemos decir o hacer cosas de las que luego nos arrepentimos. La ira es inevitable, pero debe ser domesticada si no queremos ahogarnos en su ola destructiva.